lunes, 18 de agosto de 2014

LA BASE ESTÁ: ROQUE ALBERTO AVALLAY


 

GLOBO TOQUE..GLOBO TOQUE... QUE LOS GOLES LOS HACE ROQUE


Aquel canto masivo, espontáneo y jubiloso que durante todo 1973 acompañó la victoriosa campaña como campeón del fútbol argentino de Huracán de Parque Patricios tenía un destinatario especial en el “Tomás A. Ducó”: el centro delantero  mendocino Roque Alberto Avallay, uno de los goleadores  de aquel increíble equipo que el Flaco César Luis Menotti modeló a su propia imagen y semejanza, por su eterno mensaje de juego vistoso y efectivo, generalmente a dos o tres toques. 
La historia del exitoso y popular “Chivato”, así llamado en sus comienzos como futbolista por su costumbre de agachar la cabeza y correr mirando el suelo cuando arrancaba imparable desde la mitad de la cancha detrás de la pelota, se había iniciado mucho antes en su Maipú natal, donde nació un 14 de diciembre de 1944.

En esa época, gracias sus piques y goles electrizantes se convirtió en el sucesor de Pedro Waldemar Manfredini. 
Debutó con 18 años como centro delantero en la Primera de los Cruzados, en 1962, hasta que explotó en 1964, cuando fue el goleador del campeonato con 20 conquistas. 
Ese mismo año lo convocaron a la Selección Mendocina que participó en el Campeonato Argentino en Mar del Plata, cuando se disputaba con tanto interés la Copa “Adrián Beccar Varela” y en 1965 lo vinieron a buscar de Newell's Old Boys y Gimnasia y Esgrima de La Plata, pero el club lo vendió de manera definitiva a Independiente de Avellaneda. Entre ellos Santoro, Navarro, Paflik, Ferreiro, Pavoni, Acevedo, Guzmán, Bernao, Mura, Suárez, Savoy, De la Mata, Rodríguez, Decaría, Mori, Maldonado y Toriani.
Para un jugador de provincia ser titular en una institución grande resultaba todavía mucho más difícil. Ni hablar de Independiente, que tenía un plantel tan calificado en la época que nació la mística del Rey de Copas. 



Desde su debut el 18 de abril de 1965, en la derrota de Independiente contra Platense, 1 a 0, hasta su retiro definitivo el 22 de noviembre de 1980, en el empate 1 a 1 entre Huracán y Talleres de Córdoba, la campaña de Avallay se identificó con los colores de Independiente (1965-1966, 20 partidos, 5 goles), Newell's   Old Boys (1966-1969, 145 partidos, 51 goles), Huracán (1970-1976 y 1980,  217 partidos, 70 goles), Atlanta (1976, 36 partidos, 6 goles), Chacarita (1977, 44 partidos, 22 goles) y Racing Club (1977-1979, 60 partidos, 30 goles). Jugó además 17 encuentros en la Copa Libertadores de América (6 en Independiente, 11 goles, y en Huracán, 2) y 15 en la Selección Argentina con un gol. 
Pero tal vez el hecho más significativo de la evolución del jugador lo logró Menotti con Roque Avallay. Había llegado desde Newell's Old Boys en trueque por Alfredo Obberti y nadie le podía quitar el rótulo de “chocador”, porque jugando para Independiente se cayó al foso perimetral. 
El entrenador lo convenció de que tenía buenos atributos técnicos y fue tomando confianza. Siguió imprimiéndole velocidad a su juego, pero fue tomando sentido de la pausa y se tiró atrás para arrancar con Larrosa, Brindisi y Babington y llegar con poder al arco rival. 
Ahí se armó aquel equipo que causó sensación y que por algo quedó como uno de los mejores de la historia. 
En el Globo, mirando a Babington y Brindisi aprendió a pegarle a la pelota porque eran dos jugadores notables,de una calidad y una técnica incomparables. 
El Flaco, que siempre le dio mucha confianza, le pedía que se tirara atrás y tocara de primera con los dos y que después se fuera derechito al gol. 

En la memoria quedó aquel conjunto: Roganti en el arco; Chabay, Buglione, Basile y Carrascosa en la línea de cuatro; Brindisi, Russo y Babington en el medio y Houseman, el Roque y Larrosa en la ofensiva. También podían entrar Leone, Quiroga, el sanjuanino del Valle y Cantú. 
Roque quedó libre de Huracán en 1975, porque se pensó que nunca más volvería a ser el de antes luego de una grave lesión que sufrió en un partido contra Unión Española de Chile, por lo que debió ser operado  de los meniscos. 
Sin embargo, tras un año muy oscuro en Atlanta, con apenas 6 goles en 36 fechas,  llegó a Chacarita y luego a Racing, donde entre 1977-1979 renació de sus cenizas para vivir una segunda primavera con su amiga la red. 

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