Un terreno situado en el 1700 de Avenida La Plata sirvió para que en 1915 los dirigentes del club San Lorenzo de Almagro proyectaran el que iba a ser su gran apuesta para el futuro de la entidad; la construcción de un estadio que con el tiempo se convertiría en el “Templo” de los azulgranas de Boedo. Tuvieron que hacer un enorme esfuerzo pero finalmente el 7 de mayo de 1916 se produjo la consumación de un sueño cuando el Ciclón venció a Estudiantes de La Plata por 2 a 1 y se inauguró el estadio conocido como “El Gasómetro”.
En un principio aquel terreno fue alquilado por San Lorenzo, pero el 6 de septiembre de 1928 por fin pudo adquirirlo en propiedad, un momento a partir del cual el legendario escenario del “Ciclón” comenzó a crecer y a aglutinar sentimientos de una hinchada que llegó a poblar las gradas y tablones del “Viejo Gasómetro” hasta en 75.000 espectadores, allá por 1929.
Un año después la incorporación de la iluminación artificial convirtió al “Gasómetro” en uno de los estadios mejor equipados de Argentina. Fue conocido popularmente con ese nombre debido a la semejanza de su estructura exterior con los gigantescos depósitos de gas licuado, conocidos como gasómetros, que funcionaban en aquella época.
Así fue como ese mítico escenario radicado en Boedo se convirtió en sede de la Selección argentina, que paseó su legendario albiceleste durante más de treinta años por las viejas tablas del “Gasómetro”, aquella maderas que fueron testigo de la magia de los “Carasucias”, de las gambetas de Don Vicente, de la temible tripleta formada por Farro, Pontoni y Martino…
Tradicionalmente desde Europa reconocemos y admiramos la mágica atmósfera que se crea en estadios como el “Monumental de River” o la “Bombonera de Boca”, pero basta dar un paseo por la historia del fútbol argentino para toparnos con la leyenda, en cuya epopeya no podemos olvidar al Ciclón, que llegó a ser alternativa real a estos dos grandes y su estadio “Catedral del fútbol argentino”, hasta que el deterioro y el abandono de un alcalde dictatorial como el Brigadier Cacciatore quiso gradualmente convertir en cenizas un pedazo de la historia del fútbol.
Con motivo del Mundial fue injustamente olvidado por sentimientos contrapuestos al régimen, por lo que representaba y por una sangrante falta de sensibilidad histórica. Así y como se dice coloquialmente en Argentina, se dio más ‘chance’ y apoyo a zonas más acomodadas del país.
De esta forma las gradas de Boedo fueron convirtiéndose en ceniza al punto de que en diciembre de 1979 San Lorenzo jugó su último partido contra Boca. Luego el campo se echó abajo y San Lorenzo recibió la triste cantidad de 900.000 dólares por un pedazo del alma azulgrana.
De esta forma se consumó la desaparición del que pasó a la historia y leyenda como el “Wembley Porteño”, orgullo de los argentinos. Cuentan que actualmente entre los alargados pasillos del centro comercial que ocupa los terrenos del Gasómetro se atisban a escuchar los estallidos de la afición de Boedo tras los goles de Isidro Lángara, el rumor del viento de galopadas de De la Mata, Erico o Sastre, aquel legendario “Adónde va la gente. A ver a don Vicente”, o los rugidos de la hinchada con aquella tripleta compuesta por Armando Farro, René Pontoni y Reinaldo Martino.
En definitiva aquí quedaron los modestos retazos con los que quise mostraros la historia del “Viejo escenario”, a la altura del mítico Teatro Odeón de París. Mi intención solo ha sido devolverle por unos minutos el latido a aquel estadio que representó al pueblo y que tan incómodo fue para algunos que quisieron enterrar inútilmente un torrente mágico de recuerdos con un trozo de frío capitalismo.
Tal vez esto explique un poco mas la lucha del sanlorencista por lograr la devolución de ese predio. Porque aca no se habla de negocio, se habla de orígenes, de aire donde se respira futbol y vestuario, de silencios que se replican con gritos de gol, de paredes donde se reflejan los héroes de la pelota que jugaron en este campo.
En resumen para que la esencia de San Lorenzo de Almagro del Padre Lorenzo Maza tenga un retorno de donde nunca se debería haber ido.
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