miércoles, 20 de julio de 2011

EL “HUESO” RENÉ HOUSEMAN, UN LOCO DE LA GAMBETA




ES PARTE DE LA HERMOSA HISTORIA DEL FÚTBOL ARGENTINO QUE NO SE OLVIDA

Martes 19 de Julio de 2011, René Orlando Houseman cumplió 58 años, nació en La Banda, Santiago del Estero, aunque a los dos años lo trajeron a vivir la Capital federal.
La condición humilde de su familia los llevó a ubicarse en una villa de emergencia, villa miseria o barrio marginal tal como se prefiera, que actualmente no existe. La villa estaba ubicada en el barrio Bajo Belgrano, en el Norte de la Ciudad de Buenos Aires. Allí se dedicó a jugar al fútbol y a estudiar. Terminó sexto grado recién a los 14 años, en el Colegio Mariscal Sucre. Antes había pasado por otros colegios.
Flaquito, divertido y sin un peso en el bolsillo, como siempre fue en su vida. Después de terminar la escolaridad primaria tuvo su iniciación en el mundo laboral: trabajó en una carnicería ubicada en las cercanías de la villa, llamada “El Triunfo”. Su dueño, Oscar Canavesi, era hincha de Huracán. Ahí tuvo su primer contacto con los colores del club de Parque Patricios, barrio de la zona Sur de la ciudad.
En esta carnicería René tenía que hacer los repartos de carne con un carrito. Hasta que un día, lo llamaron de una verdulería. Y como le ofrecían algunas monedas más, aceptó de inmediato. Siempre, después de cumplir con su horario laboral, se iba a jugar al fútbol a una cancha que estaba ubicada en las calles Pampa y Dragones, con un equipo que se llamaba “Los Intocables”.

                 

Siempre le resultó muy difícil alejarse del Bajo Belgrano. Muchas veces confesó sentirse cómodo rodeado de las personas humildes que lo vieron crecer. De hecho, en 1973, los dirigentes de Huracán intentaron sacarlo de la villa para evitar que tenga un fácil acceso al alcohol debido a las supuestas “malas compañías” con las que él contaba. Para lograr esto, le alquilaron un departamento en el corazón de Parque Patricios. Al principio parecía que se estaba adaptando bastante bien. Pero a los veinte días, regresó a la villa para seguir estando con “su gente”.
Pero su pasión e increíble habilidad de gambetear, hizo que el fútbol fuera parte de su vida. Todos los que tuvieron, y me incluyo, la suerte de verlo en acción dentro de una cancha, todavía recuerdan las notables gambetas y la gran facilidad que tenía para desbordar por las puntas o meter la diagonal y encarar hacia el arco. Corrida y freno. Amague y gambeta. Centro o tiro buscando el gol. El repertorio era muy amplio, la elección del tema dependía de su intuición.El requisito, la libertad para crear.
Debutó en Primera a los 18 años. Sus locuras en el certamen de Primera C, en 1972 fueron el delirio de los hinchas y el llamado de atención para los pensadores de futuro. Allí eludía rivales, los golpes y las ondulaciones, pozos e imperfecciones de los terrenos de juego. Campeón, con vital y decisiva participación en el ascenso de Defensores de Belgrano, pasó a Huracán, cuando parecía que iba a River o a Independiente. El mismísimo Flaco Menotti dijo en 1973 después de hacerlo debutar, “Ese flaquito desgarbado que ustedes vieron hoy, va a ser figura del fútbol argentino”.

                   
Dos semanas después, el técnico de la Selección Nacional, Enrique Omar Sívori, lo citó para disputar un partido frente a Uruguay. Al año siguiente, en 1974, el técnico de la Selección, Vladislao Cap, lo incluyó en la lista de jugadores que viajaron a Alemania para disputar la Copa del Mundo.
La participación en la Copa del Mundo para Argentina no fue buena, pero René se destacó entre las grandes figuras que conformaban el equipo, en especial con una inolvidable actuación y golazo en el empate 1 a 1 con Italia.
Cuatro años después, tuvo su revancha. Allí tuvo que pelear el puesto con el “negro” Ortiz, y a pesar de que pudo consagrarse campeón del mundo, le quedó un sabor amargo. Su juego no tuvo el mismo nivel que había mostrado en la Copa anterior.
Pero como la mayoría de los ídolos de le gente, tuvo su lado complejo, en su caso una enfermedad como el alcoholismo. El Loco poco a poco sin darse cuenta como cuenta él, vaso a vaso, llegó tomar botellas de vino completas. Igualmente asegura que solo en una oportunidad jugó borracho. Fue en 1976, jugando para el “Globo” de Parque Patricios, se fue de la concentración por que era el cumpleaños de su hijo Diego. Cumplía un año y él quería estar presente. De Santis, que era dirigente del club, era el encargado de ir a buscarlo siempre que se escapaba. No obstante, esa vez no hizo falta, por que el “Hueso” volvió solo. Llegó más o menos a las 11 de la mañana siguiente totalmente borracho. Con una “curda barbara”, como él mismo dice. Cuatro horas después, tenía que jugar un partido contra River Plate. Durmió nada más que una hora. Con varias duchas de agua fría intentaron recuperarlo entre varios compañeros. Mientras tanto, los dirigentes discutían. Unos estaban convencidos de que debía jugar. Otros se oponían firmemente.
El Director Técnico, José Vigo. Entonces fue a verlo y le preguntó si se sentía bien y si tenía ganas de jugar. El “loco” le contestó: Por supuesto. Yo juego hasta en una pierna... Finalmente, entró, hizo un gol y luego pidió el cambio.
Tuvo su partido homenaje el 18 de junio de 2000. Por un lado estuvieron algunas de las glorias del club del barrio de La Quema: Omar Larrosa, Jorge Carrascosa, Roque Avallay, Miguel Brindisi, Claudio Morresi, Claudio García, Carlos Babington. Por el otro, estaba el combinado de las estrellas: Ricardo Enrique Bochini, Daniel Bertoni, Ubaldo Matildo Filliol, Olarticoechea, Mario Kempes, Claudio Marangoni, Sergio Goycoechea, Quique Wolff, entre otros. En el banco de Huracán, por supuesto, estuvo Cesar Luis Menotti.
Casi nada de invitados, el Hueso es una persona muy querida en el ambiente futbolístico.
El fútbol no le dejó nada material, aunque eso no signifique que no se sienta un hombre feliz. Vive con Olga, su mujer, y su hijo Diego René. También tiene otra hija, Jésica Evelin, que formó su propia familia. Sigue viviendo en su Belgrano querido y sSuele encontrarse en un bar amurado en la esquina de Avenida del Libertador y Echeverría, aunque afirma “solo tomo café”.

                 

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