domingo, 5 de diciembre de 2010

ÍDOLO:JOSÉ LUIS “GARRAFA” SANCHEZ , UNA EXPLOSIÓN DE ALEGRÍA


ASÍ VIVÍA EL FÚTBOL QUE COMO A SU VIDA AMBAS FUERON UN JUEGO

El  8 de enero se cumplen 9 años que se divirtió con su último juego, su moto, una mala pirueta, como las que hacía con el balón en el campo de juego, pero que esta vez no pudo dominar, y un golpe en su cabeza lo sentenció.
Garrafa era así con sus 31 años, y también así lo querían sus amigos y los hinchas del fútbol, es ídolo del Deportivo Laferrere y de Banfield, todo una coincidencia los colores verde y blanco de sus casacas.
En Laferrere debutó en 1993 en un partido del Nacional B y ante su clásico rival Almirante Brown, solo con 19 años quería jugar y siendo un volante de enganche habilidoso, por necesidad el técnico en aquel momento lo hizo jugar de lateral izquierdo, algo que no evitó que José Luis se presentara ante el público futbolero.
Solo 4 años pasando por El Porvenir y Bella Vista de Uruguay, fue el tiempo que le llevó en arribar a Banfield, equipo al cual ayudo a ascender a Primera División y aquí logró jugar la copa Libertadores de América, algo que se había negado en el club uruguayo por tener a su padre enfermo.
José Luis Sánchez fue mucho, pero mucho mas que un "volante de creación". Garrafa fue y será un símbolo para los hinchas de Banfield, y para los amantes del buen fútbol, pelota al piso, abrir la cancha, pisada y caño, ese jugador amado por los propios y odiado por los rivales, pero ese que todos quieren tener en su equipo.
En Banfield jugó hasta el 2005, donde según dicen se tuvo que ir por la puerta de atrás, porque también tenia su carácter fuerte que solía mostrar más vistosamente su juego en los partidos más difíciles.
Y obviamente arribó al Lafe nuevamente y allí cumplió 260 partidos en su carrera con 70 goles.
Garrafa era ese jugador distinto, el habilidoso, el creativo, el enganche, el 10 de cada equipo, pero es ídolo por su plus, carácter, insolencia futbolística, picardía ante los jueces, el potrero encima, y el baby fútbol en sus pies que le permitía manejar la pelota en una baldosa.
Su despedida lo marca , sus fanáticos llevaron el ataúd al medio del campo de juego de Laferrere  y lo despidieron coreando su nombre desde las tribunas, donde lo aprendieron a querer.
                                   


Ahora le arma el juego al barba allí arriba, que seguramente se estará agarrando la cabeza para no enviarlo al purgatorio.
                                          

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